Smiledog.jpg (original)

El día que conocí a Mary E., un día de verano de 2007, realmente terminé hablando con una puerta; bueno, más que hablar con una puerta, escuché los sollozos y las plegarias que venían del otro lado de esa puerta. Hablé
con Terence, el esposo de Mary durante 15 largos años. Mary aceptó verme porque a mi edad era imposible que trabajara para algún periódico y en realidad, yo no parecía otra cosa que un estudiante obsesionado con algunos temas, ocupado en su carrera y -si todo salía de acuerdo al plan- esperanzado en escribir algunas piezas de ficción, en algún momento; y eso era todo lo que yo era. 
Obtuve la dirección de su casa y acordé visitarlos en un fin de semana en el que yo estaría en Chicago visitando a una tía. Terence me recibió, Mary se había encerrado en su habitación. Acampamos junto a la puerta durante media hora. Terence intentó calmarla, convencerla de que saliera, pero fue inútil. Me entretuve tomando notas desde el banquillo en el que el marido me instaló. No quise dar la entrevista por perdida y traté de escuchar la discusión, captar algún dato. No logré entender mucho de lo que Mary dijo, estaba histérica y no paraba de repetir algunas cosas sobre sus pesadillas. 
Tras varios intentos, Terence tiró la toalla y se disculpó conmigo. Abandoné la casa un tanto desanimado, pero logré convencerme de que aquello no era para tanto, después de todo, esto era un pasatiempo y nada más. Además, si Mary nunca lograba salir de su cuarto, tenía que haber alguien más. Mary era la administradora de un pequeño foro electrónico de anuncios (un BBS), con base en Chicago, en 1992, cuando tropezó con smile.jpg y su vida cambió para siempre. 
Tenía apenas cinco meses de casada cuando pasó a formar parte de los cuatrocientos usuarios que, se estima, abrieron el hipervínculo; ella, sin embargo, es la única que ha hablado abiertamente sobre la experiencia. El resto han permanecido en el anonimato o quizá han muerto. Fue en 2005, cuando apenas cursaba la preparatoria, que smile.jpg atrajo mi atención por mi creciente interés en los fenómenos surgidos en internet; Mary solía ser la víctima que se citaba para darle credibilidad a un fenómeno que también llegó a denominarse como smile.dog. 
Lo que más me atraía era el absoluto silencio en internet sobre la cuestión, la gente familiarizada con los rumores y dispuesta a hablar sobre ellos los consideraba apenas un Hoax, pues incluso dedicando algunas horas a la tarea, es imposible encontrar la imagen. Ciertamente, existen muchas fotos manipuladas con la finalidad de hacerse pasar por la original y es eso lo que uno va a encontrar en los primeros intentos con cualquier buscador. 
A la imagen original se le atribuyen efectos colaterales muy significativos: ansiedad aguda, delirio y en algunos casos, epilepsia. Creo que ese es el principal motivo de que el archivo sea apenas una sombra, un fantasma que suele mencionarse de vez en cuando. ¿La censura del tópico se apoya en el escepticismo o en el miedo? Ni smile.jpg, ni smile.dog son mencionados en Wikipedia aunque virales más escandalosos como goatse (hello.jpg) o 2girls1cup, cuentan con su propia entrada; así mismo, cualquier intento de subir una contribución referente a smile.jpg, es sistemáticamente eliminada por cualquiera de los múltiples administradores de la enciclopedia en línea. 
Al parecer, ya se hablaba de smile.jpg en los remotos tiempos de usenet, e incluso existe una historia muy persistente sobre un hacker que en 2002, inundó los foros de sátira y humor de Something Awful con la imagen, volviendo epilépticos a casi la mitad de su público. Se cuenta también, que para finales de la década de los noventa, una cadena circuló vía eMail con el asunto: “SONRÍE, DIOS TE AMA!”. Sin importar los altos márgenes de exposición que estos eventos supondrían, pocas personas admiten haber tenido contacto con el archivo y hasta ahora, ninguna página o vínculo convincente ha sido descubierto. 
Aquellos que claman haber visto smile.jpg, suelen alardear agregando que en el momento en que lo vieron estaban muy ocupados como para guardar una copia en su disco duro. De cualquier modo, las descripciones de las presumibles víctimas suelen tener algunos puntos de coincidencia: un perro (cuando se especifica su raza, un husky siberiano), iluminado por el flash de la cámara en una habitación en penumbras; el único detalle que se distingue en la imagen es una mano que surge desde la penumbra y usualmente, no parece hacer nada más que “posar”, hacia el margen izquierdo. 
Por supuesto, el enfoque de la imagen es el perro (o la criatura similar a un perro, como también suelen llamarlo): el animal muestra una par de filas de enormes, blancos y afilados dientes, con un gesto que casi parece humano. Se suele agregar que la imagen se ha quedado dentro de la cabeza del espectador y que conforme se repite, vuelve en momentos de distracción durante el día, esta va envolviendo la mente, hasta el punto en el que la imposibilidad de pensar en otra cosa se confunde con la sensación de no poder mirar hacia otra parte y la imagen comienza despertar impresiones en los otros sentidos. 
Estos –por llamarlos así- episodios, parecen estar relacionados con los diagnósticos de epilepsia y también con la aparición de pesadillas, nítidas y paulatinamente más inquietantes. Después de que la condición empeora, el testigo suele terminar medicado y esto, al menos en algunos casos, suele mitigar el proceso. Supongo que el tratamiento que Mary E. tomaba, no fue parte de esos casos. 
Después de regresar de Chicago, me dediqué a enviar mensajes de solicitud a varios grupos de noticias, foros, sitios y listas de correo, esperando encontrar el nombre de algún supuesto testigo de smile.jpg que sintiese la necesidad de dar su testimonio. Pasó demasiado tiempo sin ninguna respuesta y en algún momento, mi curiosidad comenzó a apagarse: me encontraba camino a exámenes finales. Mary me envió un mail, a principios de Marzo de 2008: 


Para: jml@****.com 

De: enherM@****.net 

Asunto: La entrevista del año pasado 


Todavía tengo mucha vergüenza por el modo como te traté cuando me visitaste. Espero comprendas que no tuviste nada que ver con esto, fue por mis problemas… creo que hubiera podido ser más amable y espero que me perdones. Tenia mucho miedo. 

Me siento acosada. He vivido así durante 15 años. El perro viene a mí en mis sueños, cada noche. Se que parece mentira, pero es cierto. Hay algo, un color, algo que hace que las pesadillas que tengo no se parezcan a ningún sueño que hubiera tenido antes… ya no recuerdo tanto los sueños que tuve antes. En mis sueños, nunca me muevo. Nunca hablo. Simplemente estoy mirando la escena de esa foto horrible, veo la mano, veo el perro y el perro habla. 

He pensado qué hacer durante mucho tiempo… he tenido mucho tiempo para pensarlo. Me imagino que se lo hubiera podido enseñar a algún compañero, a algún extraño, incluso a Terence aunque la idea no me gustara. Cada noche durante quince años, smile.dog ha venido a mis sueños y me ha exigido que difunda la palabra palabra y entonces, si el perro cumple con su palabra palabra, me dejara en paz. 
Lo que me detiene es pensar en lo que haría si me miente y si no la cumple. ¿Y si todo se pone peor después de que lo obedezca, entonces que? 

Así que nunca le he hecho caso. Durante 15 años mantuve el diskette escondido entre mis cosas. Todas las noches viene y me exige que difunda su palabra palabra. Pero yo he aguantado. Muchos de mis amigos del foro, los que vieron el archivo, dejaron de postear y luego se mataron. Otros simplemente desaparecieron y no supe más de ellos. Son los que mas me preocupan ¿que decidieron? ¿le hicieron caso? 

Perdoname pero cuando hablaste con mi esposo y acordaron una cita yo sentia que al fin me iba a volver loca. Había decidido darte el diskette. Ya no me importaba si el perro estaba mintiendo o no, quería que todo terminara, como fuera. Tu eres un extraño, alguien de quien no tengo idea de su vida y con la que no me siento obligada a nada. Por eso pensé que sería mas fácil, dártelo para tu investigación y que no me importara que fuera a pasar contigo. Pero antes de que llegaras me vi en el espejo y me di cuenta de lo que estaba haciendo: estaba apunto de arruinar tu vida para siempre. 

No pude soportarlo, todavía no puedo. Tengo mucha vergüenza de lo que estuve a punto de hacerte y todo lo que espero es que esta advertencia haga que recapacites y dejes de buscar el archivo. Porque puede que te encuentres con alguien mas débil o más inconciente y no dude en obedecer sus palabras las palabras. Todavia estas a tiempo de detenerte. 

Sinceramente, Mary E. 

Terence me llamó unos días después, estaba en la ciudad y quería verme, lo cité en un café. Mary se había suicidado. Después de cremarla, había decidido revisar sus cosas, sus cuentas de correo y su ordenador. Fue hasta que me contó que había dado con el email que su esposa me mandó, que me di cuenta del verdadero estado en el que se encontraba: era poco lo que quedaba del carácter afable y seguro con el que me había encontrado el año pasado. Me pidió que hiciera caso de lo que su esposa me había advertido. Había encontrado el diskette, etiquetado simplemente como dog, en una estantería, en medio de un libro. Lo había roto y le había prendido fuego hasta volverlo nada más que un pedazo de plástico negro y retorcido. 
—Silbó —me dijo. Noté su rostro palidecer mientras intentaba tragar saliva y luchaba por explicarme, por encontrar las palabras correctas para explicarme— la cosa silbó, la cosa… —trató de disimular el tono de su voz el temblor de sus manos, dándole un trago a su taza de café:— …la cosa aulló cuando se estaba quemando… —Noté el cambio en su cara, conforme se daba cuenta de lo que me estaba diciendo— como, como si fuera un animal, vivo. 
Me conmovió, quizá demasiado. Tengo que admitir que no supe como manejar mi encuentro con Terence. Si esto era una broma, era una muy buena. Pensaba, para calmarme, que todo era un engaño. Parecían una pareja seria, pero hey, quién sabe, quizá sólo se habían estado divirtiendo. Luego encontré el obituario de Mary e incluso, encontré una pequeña nota que cubría su muerte en la sección policíaca de un tabloide de Chicago. Estaba muerta, al parecer, aunque ni la nota ni el obituario decían nada acerca de un suicidio. 
Decidí abandonar definitivamente, mi pasatiempo, sobre todo porque estaba por finalizar el semestre y tenía que concentrarme en los exámenes. El mundo tiene formas extrañas de ponernos a prueba. Casi después de un año completo de que viera al esposo de Mary, recibí otro mail: 
Para: jml@****.com 

De: elzahir82@*******.com 

Hola: 

Encontré tu correo electrónico en una lista de correo. Tu perfil decía que estabas buscando a smiledog. Yo la vi y no es tan mala como todo el mundo dice. La adjunto. Hay que difundir la palabra palabras. 
La verdadera imagen no la pondre(no se si sea la verdadera imagen.) 

El fin del mensaje todavía me da escalofríos. 
Mi cliente de Mail mostraba un archivo adjunto. Su nombre, como era de esperarse, era smile.jpg. Consideré si bajarlo o no. Era muy probable que fuese falso, todo lo que había pasado no volvía más probable otro resultado; además, aún no estaba completamente convencido de los dichosos poderes de un simple fichero. El caso de Mary E. me había sacudido, claro, pero, ¿no era una paciente psiquiátrica de cualquier forma? Además, ¿Cómo es que una simple imagen podría hacer lo que se supone que esta hace? ¿Qué clase de criatura es capaz de romper la mente de un ser humano usando como único medio, sus ojos? 
Por otro lado, no todo podía ser una mentira, algo tenía que existir del otro lado de la leyenda. Si descargaba la imagen, si la miraba, si al final de todo resultaba que Mary se encontraba en lo correcto, si smile.dog venía a mí en mis sueños a exigirme que difundiera su palabra palabras, ¿qué haría entonces, viviría como lo hizo Mary, luchando con todas mis fuerzas durante el resto de mi vida, para no rendirme ante las ordenes de la criatura, hasta finalmente sucumbir a mi propia muerte o mi propia locura? Y si elegía el otro camino, ¿a quién le cargaría algo como esto? 
En mi intención original, que era escribir un artículo corto sobre smile.jpg, había pensado que podía anexar la imagen como evidencia, pero en esos momentos no esperaba que cualquiera que leyera el artículo, cualquier interesado, terminara afectado. Asumiendo que el archivo adjunto en el mail, fuera genuino, ¿sería lo

suficientemente malicioso como para salvarme a mí mismo de esta forma?. 

¿Juegas conmigo? (Sally)

Ese año el verano era realmente bueno. El sol, como siempre, traía calor, y las ligeras brisas que recorrían el barrio hacían que el aire se sintiera fresco. El clima era perfecto. Era un verano que Sally nunca olvidaría.
Sally era una niña de ocho años, de pelo largo y rizado, de unos ojos claros y verdes. Era muy humilde, alegre y hacía lo que le decían. Sus padres la adoraban, no podían pedir más. Sally reía mientras jugaba con sus amigos afuera. Jugaban a la rayuela, a las muñecas y a las casitas. Su madre la miraba desde la casa, limpiándose las manos mojadas en su delantal.
—¡Sally, es hora de comer! —le gritó su madre por la ventana.
Sally levantó la vista, sonriendo.
—¡Está bien, mamá!
Sally se sentó en la mesa, emocionada. Su madre le dejó un empanedado de mantequilla con miel y un zumo de naranja.
—Gracias, mami —agradeció la niña.
—De nada, cariño.
La niña empezó a comer mientras la madre se sentó a su lado, sonriéndole.
—Adivina qué. Tu tío Johnny viene de visita —dijo la madre.
Sally sonrió, con las comisuras de la boca manchadas de restos de comida.
—¿Tío Johnny? —repitió con la boca llena de comida en tanto la madre se reía, asintiendo con la cabeza.
—Sí, viene a ayudar a tu padre con su trabajo y a cuidarte. Tal vez podamos ir a la feria todos juntos.
Sally masticó rápidamente lo que quedaba en su plato.
—¿Sara y Jennifer también? —preguntó la niña.
La madre levantó la vista, pensativa.
—Depende de lo que digan sus padres. Si pueden, sí.
Sally sonrió y saltó de la silla. Este verano la pasaría genial.
El tío Johnny condujo hasta la casa de su hermano y salió de su coche, estirándose y dando un suspiro de cansancio.
—¡Tío Johnny!
Sally corrió hasta los brazos de su tío, dándole un abrazo, el cual fue correspondido por él.
—¡Hey, Sally! ¿Cómo estás? —preguntó abrazándola y levantándola.
La niña sonrió y miró a sus amigas, que la estaban mirando.
—Estaba jugando con Sara y Jennifer. ¡Mamá está adentro, vamos a decirle que llegaste!
—Suena bien —dijo el tío Johnny, bajando a Sally y caminando hacia la casa—. Hey, Marie, ¡ya llegué!
—¡Mamá, ya está aquí!
La madre salió corriendo de la cocina y sonrió al ver a Johnny.
—Has llegado bien —dijo ella.
—Claro que he llegado bien, ¿por qué no iba a ser así? —dijo, echándose a reír, abrazando a la mujer.
Sally corrió hacia la puerta, diciendo que iba afuera para seguir jugando.
—¡Vuelve antes de que oscurezca! —gritó su madre.
—¡Sí mamá! —respondió la niña, marchándose.
A la hora de la comida, el padre de Sally llegó a casa, feliz de ver a su hermano en casa. Se acercó a Johnny con un apretón de manos y un abrazo.
—Encantado de volver a verte, ¿cómo estás? —le preguntó a su hermano, viendo poner la mesa a su mujer y a Johnny encogiéndose de hombros, jugueteando con sus pulgares.
—Me separé de Karen —respondió.
—Oh, eso es terrible. Lo siento…
Johnny movió la cabeza con una sonrisa.
—No, está bien. Estoy bien, puedo andar libremente sin tener a alguien queriendo saber en todo momento dónde estoy y lo que hago.
Los dos hombres rieron caminando hacia la mesa para cenar.
—Marie, esto sabe estupendo.
—Gracias, me alegro de que te guste.
—¡Está delicioso, mamá! —Los adultos sonrieron y se rieron de su comentario.
Los platos comenzaron a vaciarse, y Sally empezó a bostezar una y otra vez, frotándose los ojos con sus manitas. Su madre frotó suavemente su espalda.
—Parece que alguien está cansada. Hora de ir a dormir.
Sally asintió y saltó de la silla, recogiendo su plato y llevándolo al fregadero. Su madre se levantó para llevar a su hija a la cama, pero Johnny la detuvo agarrándola del brazo y sonriendo.
—Yo la llevo.
—Gracias, Johnny.
El hombre asintió mirando a la mujer. Luego, siguió a la niña a la habitación. Johnny cerró la puerta detrás de él y sonrió al ver el desorden en el cuarto de Sally.
—¿Necesitas ayuda? —le preguntó a la niña, quien asintió—. Está bien, vamos a ver lo que tienes…
El hombre comenzó a buscar entre las pijamas.
—Tienes algunos con dibujos de fresas. Seguro que tus sueños olerán a ellas si te lo pones. —Cogió la camisa, oliéndola.
Sally rió y negó con la cabeza. No quería usar esa pijama. Su tío entendió y la volvió a colocar en su sitio, y sacó, en su lugar, una pijama con un unicornio.
—¿Qué tal ésta? Te convertirás en una princesa.
Los ojos de Sally se iluminaron y dio una palmada de entusiasmo. Colocó la prenda en la cama, se acercó a ella y comenzó a desabrocharle la camisa.
—Puedo vestirme yo sola, tío —dijo Sally con una sonrisa, mirando hacia abajo.
El hombre sonrió sin dejar el trabajo a medias.
—Apuesto que sí. Pero estás cansada… ¿y por qué no te puedo ayudar? —le preguntó, mirando a Sally cabecear un par de veces.
Una vez la camisa estuvo desabrochada, la deslizó sobre sus hombros y le dio un codazo suave en su tripa, haciéndola reír. Él volvió a sonreír y tiró hacia abajo de los pantalones de la niña. Finalmente, le colocó la pijama a la niña, asegurándose de que los brazos pasaran por las mangas del camisón.
—¡Listo! —dijo alegremente, mirando la sonrisa de la niña, riendo en la cama. Johnny se levantó, cogió su ropa y la puerta se abrió; era la madre de Sally.
—¿Estás lista para dormir?
Johnny corrió al lado de la cama en donde estaba Sally.
—La voy a recostar, ¿te parece bien? —dijo Johnny.
Marie lo miró y movió la cabeza.
—Por supuesto —Se acercó a Sally y besó a la niña en la frente—. Buenas noches, mi amor.
—Buenas noches, mami.
La madre acarició suavemente la frente de Sally con un dedo, cogió la ropa que llevaba Johnny y se fue. Johnny sonrió, se dirigió al interruptor, apagó la luz y cerró la puerta con llave, cuidadosamente. Miró a Sally por encima del hombro, con una escalofriante sonrisa.

Con el paso de los días, Marie observaba que su hija no actuaba con normalidad. No sonreía tanto como antes, no mostraba esa alegría o hablaba con la misma felicidad. Marie tomó la mano de su hija antes de que fuera a jugar con sus amigas, y la apartó. Sally miró a su madre con una mirada confusa.
—Cariño, ¿estás bien? —preguntó la madre, arrodillándose a la altura de la niña.
Sally, poco a poco, comenzó a llorar. Su madre abrió los ojos, asombrada.
—¿Sally?
—Mamá, yo no quería toc… —alcanzó a decir.
—¿No querías hacer qué, mi amor?
—Yo no quería jugar… no quería jugar a su juego… —Sally miró a su madre y la abrazó con fuerza—. Él… toqué… me hizo tocarlo…
Marie frunció el ceño y le acarició suavemente el pelo, consolándola.
—No pasa nada, mamá está aquí. Fue una pesadilla… sólo eso.
¿La niña había tenido una pesadilla?
—Todo está bien, ¿de acuerdo? No te preocupes. —Miró a Sally y ella sonrió. Su madre la besó en la frente—. Ahora ve a lavarte, no querrás ir a jugar con la cara sucia…
Sally soltó una risita y salió corriendo al cuarto de baño.
Más tarde, ese día, Johnny y su hermano continuaron trabajando. El padre de Sally, Frank, suspiró al ver a su hija. Johnny miró a Sally y la saludó. La sonrisa de la niña se marchitó de repente, mostrando menos felicidad, pero le devolvió el saludo a su tío. Johnny entró más tarde en la casa y oyó una conversación entre su hermano y Marie.
—¿Que Sally qué?
—Tuvo una pesadilla, dijo “él me hizo tocarlo”…
—¿Y quién es “él”?
—No lo sé, Frank…, pero sólo fue una pesadilla.
Johnny frunció el ceño con ira, con los nudillos blancos. Después se calmó rápidamente. Sonrió y entró en la habitación, como si acabara de entrar en la casa, y levantó las cejas, impresionado.
—Vaya, ¿interrumpo algo? —le preguntó a la pareja.
Johnny volvió a sonreír y señaló fuera.
—Voy a ir a la tienda, ¿necesitas algo, Marie?
La mujer sonrió y miró a la cocina.
—Sí, ¿me puedes conseguir algunos huevos, leche, pan y zumo?
Johnny asintió con la cabeza. A punto de salir, se detuvo.
—Sally también quiere venir.
Marie sonrió.
—Gracias, John.
Él asintió de nuevo y se dirigió fuera de la casa, con las llaves en la mano. Observó a Sally con sus amigas.
—Sally…
Ella levantó la vista y lo miró fijamente.
—Vamos de compras. —John fue hacia el coche, haciendo una señal para llamar a la niña.
Sally se quedó allí por un momento; luego, puso sus muñecas sobre la hierba.
—Volveré en seguida. Por favor, cuiden a Marzapán y a Lily.
Jennifer y Sara asintieron al mismo tiempo. Sally se dirigió de mala gana al coche y subió al asiento del pasajero.
—¿Sabe mamá que iré contigo, tío? —preguntó la niña.
Johnny asintió con la cabeza e introdujo las llaves, arrancando el coche y salió de la calzada.
—Sí, quiere que compremos cosas para la comida. Tal vez pueda conseguirte algo… —Sonrió a la niña, la cual sonrió nerviosamente, mirando el paisaje.
—Tío Johnny, acabas de pasar la tienda… —le indicó Sally, apuntando en la dirección de la tienda de alimentos integrales.
Él siguió conduciendo, con una sonrisa en su cara. La niña miró por encima del asiento trasero, mirando la tienda, cada vez más y más pequeña hasta que se perdió de vista. Al darse cuenta de que no iban a la tienda, la niña miró a su tío, que aparcaba en el parque de la comunidad, cerca de la ciudad.
Nadie salía al parque los domingos. Sally se sintió nerviosa, su respiración se aceleró y miró al hombre con los ojos muy abiertos. Johnny apagó el motor, la ira se mostraba en su rostro.
—Te dije que no le dijeras nada a mamá, ¿no? —le cuestionó, mirando a la niña negar con su cabeza—. No estás jugando correctamente, Sally… —El hombre sacó a la niña del coche, haciendo caso omiso a las súplicas y gemidos—. Dijiste que jugarías conmigo, Sally. Me mentiste… —dijo, empujándola contra el suelo.
Sin hacer caso a los gritos de la niña, comenzó a quitarse el cinturón.
—Uno tiene que ser castigado por romper las reglas.

“Una pareja encontró el cuerpo de una niña de ocho años en el parque de la comunidad, Sally Williams. Su búsqueda fue muy larga, pero se le encontró esta noche a las nueve”.
Podría haber jurado que cerré la puerta antes de meterme en la cama… supongo que lo olvidé. Me levanté, dejando la calidez y el confort de la cama. Caminé a través de la habitación y cerré la puerta. Antes de que pudiera acostarme de nuevo, tan pronto como puse mis piernas encubierto, me congelé al oír un leve sonido de… ¿llanto? Sonaba como un niño. Me levanté de la cama una vez más, me dirigí a la puerta y la abrí. El llanto parecía ser más fuerte afuera de mi habitación. Mirando hacia abajo en la oscuridad, me arrastré por el pasillo, siguiendo el sonido de los gemidos. Una vez que llegué al final, me quedé sin aliento. Sentada en el suelo, delante de una ventana iluminada por la luna, había una niña. Estaba encorvada, llorando. ¿Cómo llegó a mi casa? ¿Por la ventana? Tragando saliva, tomé la palabra.
—¿Quién eres? ¿Cómo te metiste en mi casa?
De pronto, el llanto se detuvo. La niña apartó lentamente las manos temblorosas de su cara; la sangre sustituía sus lágrimas, manchando sus manos. Un coágulo de sangre goteaba desde un lado de su cabeza, en una herida de su rostro y en su vestido sucio. Sus brillantes ojos verdes parecían ver a través de mi alma.
—Ésta es mi casa… —habló, por fin, con voz ronca, como si estuviera luchando por hablar. El cuerpo de la niña hizo un extraño movimiento cuando se levantó y se volvió hacia mí. Sus pies estaban sucios, como si hubiera corrido por el barro, tenía raspaduras en sus rodillas y el final de su vestido estaba roto y andrajoso. “Sally” estaba cosido en la parte delantera. Levantó su ensangrentada mano—. ¿Quieres jugar conmigo?